Hay personas que dejan huella. Y una de ellas fue Evelyn H. Lauder, una mujer increíble. De extraordinaria categoría humana y educación exquisita, te hacía sentir cómoda desde el primer momento en el que te encontrabas con ella. Cuestión de clase, claro. La que demostró a lo largo de su vida.
Nuera de Estée Lauder (fundadora del imperio que lleva su nombre), era vicepresidenta del grupo y el alma y el corazón de la compañía. Murió el pasado 14 de noviembre a los 75 años, víctima de un cáncer de ovarios. Y curiosamente, dedicó gran parte de su vida a luchar contra otro cáncer femenino, el de pecho. Desde 1989 trabajó sin cesar para combatir esta enfermedad, fue la causa por la que luchó con más pasión. Su labor no caerá en saco roto.
«La belleza es el alma, el espíritu que se ve en la mirada y en las cosas que se observan», decía Evelyn Lauder mirando directamente a los ojos. Una belleza que, probablemente sin saberlo, ella transmitía mientras hablaba. Nacida en Viena, huyó a Nueva York con su familia durante la ocupación nazi. Allí estudió en la escuela pública y se licenció como profesora. En el primer año de universidad conoció Leonard A. Lauder, hijo mayor de Estée y Joseph Lauder, por aquel entonces propietarios de una pequeña empresa familiar de cosméticos. En 1959 se dieron el «sí, quiero» y a los pocos meses, Estée la convenció para trabajar con ellos. Lejos de cumplirse el tópico tan típico de la complicada relación suegra-nuera, congeniaron perfectamente y Evelyn labraría una brillante carrera en su compañía.
Durante los primeros 30 años ocupó distintos puestos y participó en el desarrollo de nuevos productos, así como en la creación de colores para «satisfacer a todos los tonos y tipo de piel». Pero lo que más le gustaba era el universo de las fragancias, pasión que compartía con su suegra. «Era encantadora —apuntaba—. Siempre decía: “No existen mujeres feas, sólo mujeres que no se cuidan”. Un aspecto limpio, el pelo cuidado y una piel tratada y radiante te hacen sentir estupenda. Todas las mujeres tienen algo bello que se puede realzar para ser más atractivas».
En 1992 consiguió que en Estados Unidos se instaurara octubre como el «mes del cáncer de mama» y en España convenció a las autoridades para declarar el 19 de dicho mes como el día nacional de esta enfermedad. Fue la co-creadora del lazo rosa, símbolo universal de la lucha contra este mal, y en 1993 fundó The Breast Cancer Research Fundation, entidad que ha destinado más de 350.000 dólares para la investigación. Además colaboraba con diferentes asociaciones.
Guapa por dentro y por fuera, también le gustaba cuidarse. Confesaba, entre risas, que el secreto para mantenerse en forma se encontraba, sin duda, «en las fórmulas de los tratamientos que uso a diario». Sobra decir a qué compañía pertenecían. Evelyn huía del sol, no fumaba, no bebía y se ponía crema «de la cabeza a los pies». Su piel, la mejor presentación de Lauder.
Más de 40 años en Estée Lauder y hasta el final siguió siendo uno de sus principales motores. Le gustaba decir: «El espíritu de mi suegra siempre ha seguido vivo en la compañía. No desde que murió, sino desde el mismo día que dejó de trabajar». A partir de ahora, el suyo también se mantendrá presente. No podría ser de otra manera. Es lo que merece.
Nuera de Estée Lauder (fundadora del imperio que lleva su nombre), era vicepresidenta del grupo y el alma y el corazón de la compañía. Murió el pasado 14 de noviembre a los 75 años, víctima de un cáncer de ovarios. Y curiosamente, dedicó gran parte de su vida a luchar contra otro cáncer femenino, el de pecho. Desde 1989 trabajó sin cesar para combatir esta enfermedad, fue la causa por la que luchó con más pasión. Su labor no caerá en saco roto.
«La belleza es el alma, el espíritu que se ve en la mirada y en las cosas que se observan», decía Evelyn Lauder mirando directamente a los ojos. Una belleza que, probablemente sin saberlo, ella transmitía mientras hablaba. Nacida en Viena, huyó a Nueva York con su familia durante la ocupación nazi. Allí estudió en la escuela pública y se licenció como profesora. En el primer año de universidad conoció Leonard A. Lauder, hijo mayor de Estée y Joseph Lauder, por aquel entonces propietarios de una pequeña empresa familiar de cosméticos. En 1959 se dieron el «sí, quiero» y a los pocos meses, Estée la convenció para trabajar con ellos. Lejos de cumplirse el tópico tan típico de la complicada relación suegra-nuera, congeniaron perfectamente y Evelyn labraría una brillante carrera en su compañía.
Durante los primeros 30 años ocupó distintos puestos y participó en el desarrollo de nuevos productos, así como en la creación de colores para «satisfacer a todos los tonos y tipo de piel». Pero lo que más le gustaba era el universo de las fragancias, pasión que compartía con su suegra. «Era encantadora —apuntaba—. Siempre decía: “No existen mujeres feas, sólo mujeres que no se cuidan”. Un aspecto limpio, el pelo cuidado y una piel tratada y radiante te hacen sentir estupenda. Todas las mujeres tienen algo bello que se puede realzar para ser más atractivas».
Armas de mujer
Intuitiva, visionaria, líder, enérgica, entusiasta. Auténticas armas de mujer —sí, de mujer— tenía la señora Lauder. Y supo aprovecharlas. Especialmente orgullosa de sus hijos y sus nietos, esta trabajadora incansable adoraba viajar y lo hacía, siempre, con su cámara de fotos. La fotografía era su gran afición —expuso en las galerías más prestigiosas del mundo— y su gran pasión fue su empeño en crear conciencia sobre la salud femenina.En 1992 consiguió que en Estados Unidos se instaurara octubre como el «mes del cáncer de mama» y en España convenció a las autoridades para declarar el 19 de dicho mes como el día nacional de esta enfermedad. Fue la co-creadora del lazo rosa, símbolo universal de la lucha contra este mal, y en 1993 fundó The Breast Cancer Research Fundation, entidad que ha destinado más de 350.000 dólares para la investigación. Además colaboraba con diferentes asociaciones.
Guapa por dentro y por fuera, también le gustaba cuidarse. Confesaba, entre risas, que el secreto para mantenerse en forma se encontraba, sin duda, «en las fórmulas de los tratamientos que uso a diario». Sobra decir a qué compañía pertenecían. Evelyn huía del sol, no fumaba, no bebía y se ponía crema «de la cabeza a los pies». Su piel, la mejor presentación de Lauder.
Más de 40 años en Estée Lauder y hasta el final siguió siendo uno de sus principales motores. Le gustaba decir: «El espíritu de mi suegra siempre ha seguido vivo en la compañía. No desde que murió, sino desde el mismo día que dejó de trabajar». A partir de ahora, el suyo también se mantendrá presente. No podría ser de otra manera. Es lo que merece.
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