martes, 1 de marzo de 2011

Max Factor y la historia del maquillaje en el cine



La historia del cine y la del maquillaje son dos mundos que han ido en paralelo a lo largo de los años. Todo comenzó antes de la invención del propio cinematógrafo, con el maquillaje utilizado en el teatro. En los escenarios, la pintura que se aplicaba a los actores y actrices no era la adecuada para la pantalla de cine, por lo que hubo que adaptarla.

En 1914 Max Factor creó la primera base de maquillaje específica para cine, que no se cuarteaba, era flexible y venía en 12 tonos distintos. La primera persona en llevarlo fue curiosamente un hombre,Henry B. Walthall. De este modo, se comenzó a maquillar a a actores y actrices en función de la luz que tuviera la escena o el tono de la película.

Los rostros más famosos de la época pasaron a adoptar este tipo de cosméticos, actrices de la talla de Gloria Swanson, Mary Pickford, Bette Davies, Jean Harlow, Norma Shearer o Judy Garland. Gracias a las innovaciones de algunas marcas de cosméticos, se exageró los ya de por sí rellenos labios de Joan Crawford para distinguirla un poco más de la boca en forma de corazón que la misma Max Factor había diseñado para la artista Clara Bow. Esta marca creó tonalidades específicas para cada actriz según sus necesidades y éstas no dudaban en acudir a la Max Factor Beauty Salon, cerca de Hollywood Boulevard.

La llegada del color

Años más tarde, el desarrollo del Technicolor dio un giro de 180 grados a la cosmética en pantalla, teniendo que adaptar un maquillaje pensado para filmes en blanco y negro a toda una gama cromática en la que los colores brillaban con intensidad, como sucedía en “El Mago de Oz” (1939). En el caso concreto del Pan Stick, la base de maquillaje en barra, se popularizó después de emplearla en la película de 1949 de Greer Garson y Janet Leigh “La Dinastía de los Forsyte” (1949).

La contribución del maquillaje al cine es tanta y tan importante, que el Hollywood Museum se encuentra ubicado en el histórico edificio Max Factor. En su sótano se encuentra, sin ir más lejos, la celda de cristal donde se encontraba Hannibal Lecter en la oscarizada película “El Silencio de los Inocentes” (Jonathan Demme, 1991)

En 1904, Max Factor se trasladó de Rusia a St. Louis, y de ahí a Los Ángeles. Pronto vio una oportunidad para crecer en la escena artística de la ciudad. Primero fueron los teatros, más tarde vendría el cine. Y en ese momento es cuando la maquinaria empezó a funcionar a pleno rendimiento. Desde entonces, y hasta el día de hoy, la historia de Max Factor es una historia de éxito y glamour. Siempre asociado a eso que todos llevamos dentro que nos dice que merecemos sentirnos como estrellas, ya sea estando impecable durante una larga jornada de trabajo como si lo que buscamos es deslumbrar en una fiesta luciendo unas pestañas de vértigo.

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