Si se piensa en el significado y esencia de la belleza, la primera marca que vendrá seguramente a nuestra memoria es Revlon.
Las imágenes evocadas por esta marca son las de las mujeres más hermosas del mundo, con un hermoso cabello, piel de porcelana, uñas perfectas y maquillaje de ilusión. Mujeres definitivamente inolvidable, con un halo de estilo y confianza admirados en todo el mundo. Es inolvidable En 1932, los hermanos Charles y Joseph Revson y el químico Charles Lachman (la L de Revlon), alucnicados por una visión extraordinaria, se convierten en los gestores de la idea con más belleza del siglo al fundar Revlon. Desde ese momento, la compañía se convierte en la mayor fuerza generadora de nuevos productos para la belleza femenina. Pero veamos cómo dio inicio el hermoso sueño.
En ese año, los escasos recursos de los tres aventureros se reunieron y todas sus esperanzas fueron sembradas en la naciente empresa. Ellos apostaban su futuro a que las mujeres comprarían un esmalte opaco. Así pues, desarrollaron un proceso único de fabricación usando pigmentos en lugar de tintes, lo que les permitió ofrecer a la infinita vanidad femenina una amplia gama de tonos nunca antes vistos.
Durante los años de la depresión, el único esmalte con que las mujeres contaban para tener unas manos bellas, era uno pálido-transparente (el cual pasó fácilmente a la historia) y su escasa gama de tonos no iba más allá de suave, mediano y oscuro.
Charles Revson además de asumir que las mujeres comprarían un esmalte de mejor apariencia, también intuyó que las mujeres preferirían una variedad de colores para sus uñas, así que desarrolló una amplia gama en la cual la compañía pudo ofrecer los rosados, corales y por supuesto el gran descubrimiento: los conocidos, exitosos e inolvidables rojos de Revlon.
Charles Revson inició su mercdo en los salones de belleza. Allí, con una habilidad pasmosa, pintaba sus uñas con diferentes colores y así con este recurso sin precedentes mostraba la variedad que ofrecía su incipiente compañía convenciendo a sus clientes de que su esmalte era esencial en toda buena manicure.
Charles Revson inició su mercdo en los salones de belleza. Allí, con una habilidad pasmosa, pintaba sus uñas con diferentes colores y así con este recurso sin precedentes mostraba la variedad que ofrecía su incipiente compañía convenciendo a sus clientes de que su esmalte era esencial en toda buena manicure.
El esmalte de Revlon se vendió. Pero esto fue solo el primero de una inolvidable racha de éxitos, que constituyen estos sesenta años inolvidables.
Como ya dijimos, Charles Revson era ante todo un visionario creador; por ejemplo, una noche en un restaurante observó a una mujer que llevaba una servilleta a su boca simplemente para limpiarse y descubrió que el color de sus uñas era diferente al de sus labios; allí, en ese preciso instante, nació la maravillosa industria de los labiales Revlon, los cuales sencillamente ofrecían a la mujer diferentes opciones para coordinar el color de sus uñas con el de sus labios. Por supuesto tuvo toda la razón y ese ínfimo detalle de observación disparó a Revlon en un negocio multimillonario.
Al tiempo que la compañía crecía y su lista de productos aumentaba, Revlon fue construyendo otro tipo de historia. En los años 30, los cosméticos se consideraban un poco teatrales; algo que las chicas bien no debían usar en exceso. Pero Revlon al mostrar durante estos sesenta años a las mujeres más elegantes, distinguidas y célebres en impresionantes anuncios impresos, alteró por completo esta concepción. El uso de cosméticos se convirtió en parte integrante de la moda; tan simple como suena, este cambio de actitud dio un grito total a nuestra historia social.
Revlon fue el autor de un nuevo glamour y además de un sentido de la osadía renovado también en la publicidad. Así ambos conceptos belleza y audacia fueron resumidos magistralmente en el anuncio publicitario más provocativo jamás creado: Fire & Ice. La dramática fotografía de Dorian Leigh llegó a ser un instante clásico y el nombre del producto causó impacto en toda mujer que lo leyó (si alguna pudo resistirse a hacerlo), porque aquellas tres maravillosas palabras resumían lo que cada mujer sentía como su propia personalidad.
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