Pilar Sordo: el camino hacia la felicidad
Funcionar en "automático", a
veces, nos vuelve menos reflexivos y, en consecuencia, violentos. ¿Por
qué es necesario preguntarse cómo queremos vivir?
Hablando
con indigenas hace algunos días, sabiamente ellos me decían que algo
que les preocupa mucho de nuestra sociedad es que los seres humanos nos
hacemos cada vez menos preguntas a lo largo de cada jornada. La verdad
es que sus palabras me conectaron con situaciones que yo misma estoy
viviendo en estos momentos, en los que transito la experiencia de mi
nuevo libro, Bienvenido dolor, y al estar triste me hago muchas
preguntas durante el día.
La falta de cuestionamientos en lo cotidiano
genera, sin dudas, que nuestra sociedad sea más violenta, porque nos
vuelve menos reflexivos y menos empáticos frente al otro. El fenómeno de
la violencia es muy complejo de analizar y tiene muchas miradas. Sin
embargo, hay un lugar en el que la actitud individual sí puede ser útil:
se trata de lo que muchos llaman "mantener el centro". Generar un
espacio de preguntas parece ser clave en este proceso.En general, los indígenas planteaban que cuando uno está triste se contacta con los aspectos más importantes de la vida y, por lo tanto, la posibilidad de reflexionar se hace más consciente y los interrogantes surgen naturalmente.
Todos, en nuestro devenir cotidiano, tendemos a funcionar "en automático", y desde que despertamos y a lo largo del día son pocas las preguntas que nos hacemos. ¿Qué te vas a poner? ¿Cómo amaneciste? ¿Cómo estás? ¿Necesito cambiar el auto? ¿Tengo hambre, necesito comer? ¿Son felices mi mujer, mi marido, mis hijos? ¿Soy feliz yo? ¿Mi hijo necesita un celular? ¿Necesita un cuarto par de zapatillas? Etc. Deberíamos interpelarnos todos los días para saber si estamos plenos o no y, sobre todo, me parece importante tomar conciencia de que al no cuestionarnos nada, tampoco nos hacemos cargo de nada.
Evitamos las preguntas, pero no porque nos den temor en si mismas, sino porque lo que nos aterra son las respuestas
Es como sentir que con cada amanecer vivimos el día
que nos tocó vivir y no el que nosotros decidimos vivir. No decidir es
una elección, que por supuesto nos lleva a la negación y a evitar
mirarnos a nosotros mismos.En realidad, el fondo de este tema es que el miedo nos hace llenarnos de otros miedos y así evitamos las preguntas, pero no porque nos den temor en sí mismas, sino porque lo que nos aterra son las respuestas. Es con ellas y no con las primeras que tenemos cosas que decidir y ejecutar y eso, evidentemente, la gran mayoría de las veces conlleva altos costos emocionales.
Sin embargo, conectarnos sólo con lo "automático" genera violencia, nos descentra, nos hace perder el respeto por el otro, pasar la barrera del maltrato y desde ahí llegar a una situación que nos pone tensos, apretados y que nos "saca" de la línea de la salud mental adecuada.
Por eso los invito a hacerse varias preguntas al día. Tengo la sensación de que muchos se angustiarán, otros tomarán conciencia de que hace mucho tiempo que no se cuestionan nada, y otros experimentarán la maravillosa liberación de sentir que cada uno debe construir su vida, y de que todo tiene que ser sometido a una pregunta. Independientemente de que sepamos que hay cosas que deben hacerse sin ningún espacio de libertad, el hacer que la decisión vuelva a cada uno de nosotros parece ser un espacio sano y revitalizador de nuestra salud mental..
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