Hoy se celebra en el mundo el Día de la Mujer y nuestra columnista eligió homenajear a una argentina que con amor, valentía y potencia representa nuestras fortalezas y nos hace sentir muy orgullosas de ser mujeres
Salí del cine impactada por la frialdad y dureza de esa mujer. Claro, la historia de Margaret Thatcher no es ajena a nuestras propias emociones y, tal vez pensando en otros ejemplos, me pregunté cuántas clases de mujeres inclaudicables existirán. ¿Cuál es el denominador común que permite a mujeres tan diferentes transformar la debilidad o el dolor en fortaleza, al punto de ser capaces de doblar la apuesta frente a la adversidad? La primera ministra inglesa, interpretada por la inigualable Meryl Streep, es capaz de practicar la crueldad y la humillación sólo para imponer una idea. De hecho, uno de los momentos más fuertes de la película es cuando se confiesa libre de sentimientos. Le dice a su médico que sólo hay que cuidar los pensamientos, porque éstos se transforman en palabras, a su vez en acciones que determinan el carácter y es éste el que traza el destino. Miente. La vejez y los caminos que la devolvieron al lugar de una persona común, vulnerable, sin poder ni privilegios, abrieron espacio a la culpa, que está dispuesta a derrumbar su estructura.
Los sentimientos negados aparecen para reclamar el lugar del que los ha privado. Existían, pero no debían ser mostrados. El opuesto es el punto de partida de la dama de las que les quiero hablar: Susana Trimarco, tucumana, de clase media, que hace diez años vivía feliz, gozando del privilegio de ser abuela de Micaela. Un día inexplicable desapareció su hija, Marita Verón. Un nombre que no puede resultarnos indiferente, como tampoco la trata de personas. Desde entonces y "con la misma potencia en el corazón", como ella dice con suavidad, no hace otra cosa que buscarla. Se metió de lleno en el mórbido mundo de la prostitución, investigó, habló con cada persona que fuese capaz de darle una pista, un hilo de esperanza. Recibió amenazas, quisieron atropellarla, le incendiaron la casa, vive en peligro, pero no tiene miedo. Gracias a su valentía en 2008 fue sancionada la
Ley 26.364 que establece la trata de personas como un delito federal, y actualmente logró llevar a juicio a trece personas acusadas de privación ilegítima de la libertad y promoción de la prostitución. En los Tribunales tucumanos Susana contó en voz alta lo que sabe, sufrió y siente, esperando que "la justicia haga justicia" y escucha testimonios sobre la espantosa realidad que, supone, enfrentó Marita en cautiverio desde que la secuestraron el 3 de abril de 2002 cuando iba caminando hacia una maternidad donde tenía turno para hacerse una ecografía. Sabe que cada uno de los testigos que están declarando podría haber hablado antes, quizás a tiempo, pero en todo este proceso tuvo un enemigo permanente y letal: la impunidad del poder y sus cómplices, como aquella vez en que logró ubicar a Marita en un prostíbulo, esperó la orden judicial para que se la rescatara y, mientras se armaba el operativo policial, uno de los organizadores avisó para que se la llevaran antes de que llegasen. No bajó los brazos, movió cielo y tierra, y encontró centenares de mujeres y nenas que igual que su hija fueron víctimas de redes de trata en distintas provincias. Conmovida, creó la fundación María de los Ángeles para alojarlas. Allí están a salvo hasta que logran aprender a volar otra vez. Mientras tanto, muchos de esos locales, incluso en los que Susana tiene la certeza de que esclavizaron a Marita, siguen funcionando con otros nombres y otras mujeres explotadas, como si nada hubiera pasado. Pero sí pasó. El caso lentamente tomó estado público a través de programas periodísticos, documentales y la ficción Vidas robadas .
Hoy sabemos y podemos sumar voces para decir basta a este flagelo. El juicio tal vez ayude a desandar el camino. Aunque Susana todavía desconozca el destino de su hija, su lucha ha forjado su carácter, a través de cada una de sus acciones, palabras y pensamientos. Sin embargo, el motor de su fortaleza ha sido y es el amor de madre. Eso la transforma en nuestra auténtica Dama de Hierro . A diferencia de la protagonista de la película, en lugar de creerse dueña de la verdad, pasa sus días y noches tratando de encontrarla.
Hoy se celebra en el mundo el Día de la Mujer y nuestra columnista eligió homenajear a una argentina que con amor, valentía y potencia representa nuestras fortalezas y nos hace sentir muy orgullosas de ser mujeres
Salí del cine impactada por la frialdad y dureza de esa mujer. Claro, la historia de Margaret Thatcher no es ajena a nuestras propias emociones y, tal vez pensando en otros ejemplos, me pregunté cuántas clases de mujeres inclaudicables existirán. ¿Cuál es el denominador común que permite a mujeres tan diferentes transformar la debilidad o el dolor en fortaleza, al punto de ser capaces de doblar la apuesta frente a la adversidad? La primera ministra inglesa, interpretada por la inigualable Meryl Streep, es capaz de practicar la crueldad y la humillación sólo para imponer una idea. De hecho, uno de los momentos más fuertes de la película es cuando se confiesa libre de sentimientos. Le dice a su médico que sólo hay que cuidar los pensamientos, porque éstos se transforman en palabras, a su vez en acciones que determinan el carácter y es éste el que traza el destino. Miente. La vejez y los caminos que la devolvieron al lugar de una persona común, vulnerable, sin poder ni privilegios, abrieron espacio a la culpa, que está dispuesta a derrumbar su estructura.
Los sentimientos negados aparecen para reclamar el lugar del que los ha privado. Existían, pero no debían ser mostrados. El opuesto es el punto de partida de la dama de las que les quiero hablar: Susana Trimarco, tucumana, de clase media, que hace diez años vivía feliz, gozando del privilegio de ser abuela de Micaela. Un día inexplicable desapareció su hija, Marita Verón. Un nombre que no puede resultarnos indiferente, como tampoco la trata de personas. Desde entonces y "con la misma potencia en el corazón", como ella dice con suavidad, no hace otra cosa que buscarla. Se metió de lleno en el mórbido mundo de la prostitución, investigó, habló con cada persona que fuese capaz de darle una pista, un hilo de esperanza. Recibió amenazas, quisieron atropellarla, le incendiaron la casa, vive en peligro, pero no tiene miedo. Gracias a su valentía en 2008 fue sancionada la
Ley 26.364 que establece la trata de personas como un delito federal, y actualmente logró llevar a juicio a trece personas acusadas de privación ilegítima de la libertad y promoción de la prostitución. En los Tribunales tucumanos Susana contó en voz alta lo que sabe, sufrió y siente, esperando que "la justicia haga justicia" y escucha testimonios sobre la espantosa realidad que, supone, enfrentó Marita en cautiverio desde que la secuestraron el 3 de abril de 2002 cuando iba caminando hacia una maternidad donde tenía turno para hacerse una ecografía. Sabe que cada uno de los testigos que están declarando podría haber hablado antes, quizás a tiempo, pero en todo este proceso tuvo un enemigo permanente y letal: la impunidad del poder y sus cómplices, como aquella vez en que logró ubicar a Marita en un prostíbulo, esperó la orden judicial para que se la rescatara y, mientras se armaba el operativo policial, uno de los organizadores avisó para que se la llevaran antes de que llegasen. No bajó los brazos, movió cielo y tierra, y encontró centenares de mujeres y nenas que igual que su hija fueron víctimas de redes de trata en distintas provincias. Conmovida, creó la fundación María de los Ángeles para alojarlas. Allí están a salvo hasta que logran aprender a volar otra vez. Mientras tanto, muchos de esos locales, incluso en los que Susana tiene la certeza de que esclavizaron a Marita, siguen funcionando con otros nombres y otras mujeres explotadas, como si nada hubiera pasado. Pero sí pasó. El caso lentamente tomó estado público a través de programas periodísticos, documentales y la ficción Vidas robadas .
Hoy sabemos y podemos sumar voces para decir basta a este flagelo. El juicio tal vez ayude a desandar el camino. Aunque Susana todavía desconozca el destino de su hija, su lucha ha forjado su carácter, a través de cada una de sus acciones, palabras y pensamientos. Sin embargo, el motor de su fortaleza ha sido y es el amor de madre. Eso la transforma en nuestra auténtica Dama de Hierro . A diferencia de la protagonista de la película, en lugar de creerse dueña de la verdad, pasa sus días y noches tratando de encontrarla.
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