Claro que usarlos bien tiene sus secretos…
- No todos los colores son iguales
- Una buena brocha es la clave
- La aplicación, gradual.
- La magia del “3”
- Un toque en el escote
- Cuidado con los brillos
- El colorete es el complemento perfecto Si sólo uso polvos de sol, el efecto final es algo apagado. Por eso, me encanta combinarlos con un poquito de colorete en un coral vibrante (más naranja en primavera, y más rojizo en verano) en el centro del pómulo, que le aporta el color necesario para dar luz a la cara.
Hay polvos bronceadores claros, y otros más oscuros. Una verdad de Perogrullo. Pero, además, un factor a tener en cuenta a la hora de utilizarlos. Como con la base de maquillaje, hay que adaptar el tono de polvos a la tez. Más suaves cuando estamos pálidas, más oscuros en cutis más oscuros o más bronceados. Un color demasiado oscuro en una piel clara no conseguirá que ésta parezca bronceada, sino, sencillamente, manchada.
Una opción son los polvos de sol con varios tonos, que permiten crear combinaciones a medida durante todo el año.
No hay excusas para no invertir en una brocha de calidad. Sólo con ella se puede conseguir un resultado natural. Insisto, ¡no hay excusas!
Un error habitual es mojar la brocha en el producto, y ¡zas! Llevarla al rostro. Noooo… Es importante que la brocha apenas roce los polvos de sol, para no coger demasiado pigmento, y usar movimientos igual de delicados (como una caricia, sólo rozando) cuando se deposita sobre la piel. Sólo así se evitan “manchas”. Otra opción es soplar la brocha antes de llevarla al rostro, pero se desperdicia mucho producto, ¡y es una pena! Es mejor realizar varias pasadas, y trabajar bien la aplicación, que dejar “rayas” tipo tigresa en la car.
Los maquilladores dibujan un “3” a cada lado del rostro para darle un toque de color, empezando por la sien, entrando luego en el pómulo y mejilla y dibujando finalmente la mandíbula. De esta forma, se aporta un toque cálido al rostro y además, se afina visualmente el rostro.
Otra opción es pasar la brocha por las áreas más elevadas del rostro (centro de la frente, puente de la nariz, centro de la barbilla) imitando el efecto del sol tras un día al aire libre, que se observa más en esas zonas.
Para que queden realmente bien, nada como extender los polvos de sol también por el escote, especialmente en la zona de la clavícula. Y mi truco favorito es aplicar un poquito también en las piernas, ¡les da un toquecito de color, sobre todo al principio del verano!
Reconozco que tengo dos polvos de sol diferentes: unos mate (los Terracota de Guerlain, sencillamente maravillosos) y otros con un toque de brillo, que me gustan más para la noche o para pleno verano, cuando ya tengo algo de color.
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